Comienza el debate en el Congreso por una ley de interrupción voluntaria del embarazo. Análisis, miradas, preguntas, narrativas y reflexiones en torno al aborto. ¿Qué es lo que todavía no se escucha?
Ilustraciones: Sofia Valdés
Ríos de tinta verde corren estos días y no es para menos. Hemos esperado este momento y lo hemos vivido ya. Nos aguarda aún la concreción de una ley que reconozca el derecho de abortar de las personas gestantes. ¿Han quedado atrás los tiempos en los que discutir en los fueros políticos sobre aborto representaba el riesgo de manchar carreras políticas y propuestas electorales? ¿Siguen vigentes las contradicciones que hacen que el texto de la ley negocie aún algunos términos que no son los de lxs sujetxs de derecho que la disputan y exigen hace años?
El debut del debate por la legalización del aborto en 2018, después de 13 años de Campaña y 7 proyectos presentados, fue durante el macrismo, un gobierno que simultáneamente llevó adelante un feroz desfinanciamiento de los dispositivos que existen en torno a los derechos de las mujeres, lesbianas, trans y demás identidades no binarias. Que un mandatario de manifiesta postura anti derechos fuera el primero en abrir la histórica serie de jornadas informativas y de debate a las que asistimos entonces, no es la única contradicción que porta la lucha por la legalización del aborto. A todo Macri le cabe su Lospennato.
Cuando se legalizó el aborto en Uruguay, las condiciones y restricciones incorporadas al cuerpo de la ley distaban bastante del proyecto elaborado por el movimiento de mujeres y feministas de ese país. El día que la ley fue sancionada los jardines del palacio legislativo se brotaron de mujeres como flores, acompañadas de palabras contundentes: “ustedes ponen las reglas, nosotras seguimos poniendo el cuerpo”.
Aborto y confusión
Desde los feminismos en los que habitamos quizá todavía tenemos el privilegio de la duda. Hemos aprendido que entusiasmo y escepticismo van de la mano o que, como dice Mabel Gabarra, con más de 30 años de militancia feminista y una participación activa en la lucha por la legalización del aborto desde antes de la Campaña, “no hay derecho otorgado para las mujeres”. Mabel recupera el espacio de los Encuentros Nacionales de Mujeres como caldos de cultivo de la mayoría de las leyes que hoy podemos ostentar, pero no se olvida del pero, “el problema de las leyes es que se tienen que implementar. Vamos a tener que poner observatorios en todos lados y esto va a tener mucha oposición. Es lo que pasa aún hoy en EEUU, en Francia, con más de 40 años de aprobada la ley.”
En el mismo sentido, Raquel Tizziani, médica integrante del equipo interdisciplinario del Hospital Alberdi y docente de la Catedra electiva de la Facultad de Medicina “El aborto como problema de salud pública” acuerda con el hecho de “que exista ley tampoco garantiza que la ley se cumpla, eso tiene que ver con las acciones de las personas en los lugares que garantizan”. La situación de la salud sexual y (no) reproductiva, en especial en el contexto de la actual emergencia sanitaria, se ha visto alterada por una disminución en el acceso a métodos anticonceptivos y esto impacta en “un aumento de embarazos no intencionales. Desde la ONU estiman que hubo 7 millones de embarazos no intencionales a nivel mundial”. Si bien Raquel menciona que conoceremos estas cifras a nivel local cuando se cierren y se pongan en circulación los datos estadísticos, la situación de la pandemia ha influido no sólo en la disminución de la concurrencia para lo que se “han puesto correos electrónicos para solicitar turno. Si bien el espacio de consejería sigue funcionando los viernes a las 10 de la mañana, nosotras sostuvimos la disponibilidad sea el día que sea y el horario que sea”.
También las condiciones de la consulta se dan en otro contexto, si bien institucionalmente hay espacios que ya están “instalados en el boca a boca, como un lugar donde podés resolver, la maternidad sigue siendo un mandato social fuerte. El hecho de poder ir a un efector y asumir que necesito un turno para la consejería o que estoy buscando un profesional que me acompañe, para eso hay que tener ciertos recursos, no cualquiera lo puede hacer frente a personas que no conocen, que también están con barbijos y la máscara, no es una situación amigable dado el contexto”.
Eso que no quiere ser oído
A su vez, mientras durante años el aborto se deslizaba sigilosamente por los pasillos parlamentarios y de los hospitales, los feminismos diversos que conviven en la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito, fueron amasando la legitimidad de la práctica no sólo al juntar firmas para el proyecto, sino poniendo en palabras y escuchando experiencias de aborto, atajando las agresiones que nos tildan de asesinas y disolviéndolas en estrategias de acompañamiento y de difusión de la información segura para cuidar la vida y para hacer nuestras vidas deseables de ser vividas, etc.
“ya hay otros discursos circulando. En todo caso lo que puede hacer la ley es seguir ampliando y sí dar un piso que no vamos a negociar. Es piso y paraguas, otro discurso que en todo caso legitima una práctica que de todos modos hacemos y que no deja de ser legítima porque no sea legal”.
A esto se refiere Dahiana Belfiori, escritora feminista, autora de Código Rosa, relatos sobre abortos: “creo que es dialéctico, un ida y vuelta entre las experiencias de abortar de las mujeres a lo largo de la historia, que nos han sido narradas de muy distintas formas, en cada contexto y cada época particularmente en Argentina. En eso hay un recorrido. Y por otro lado hay muchas de nosotras que hemos pasado por nuestros propios cuerpos esa experiencia en nuestra propia vida, en nuestra biografía. La experiencia de abortar a veces puede habilitar la escucha a otras experiencias y a veces no. Y en esos matices es donde nos encontramos algunas feministas que estamos más atentas a escuchar eso que no quiere ser oído”. Como Mabel y Raquel, Dahiana también mira los márgenes de la ley y subraya que “ya hay otros discursos circulando. En todo caso lo que puede hacer la ley es seguir ampliando y sí dar un piso que no vamos a negociar. Es piso y paraguas, otro discurso que en todo caso legitima una práctica que de todos modos hacemos y que no deja de ser legítima porque no sea legal”.
Volver sobre el camino andado por los feminismos nos demanda pensar al aborto como un hecho político. Si el lema lo personal es político sigue vigente es en parte porque nunca sobra recordar esa relación dialéctica de mutuo impacto entre la vida privada y la vida pública, entre lo que admitimos que nos regule y lo que consideramos legítimo en un sentido más amplio. Poder pensar las decisiones personales más allá de lo individual tiene y tendrá influencia en cómo nos definimos como actorxs políticxs. En este sentido, la ley no es un punto de llegada.
Elogio del riesgo
En el libro con este título, la psicoanalista francesa Anne Dufourmantelle se interroga sobre las posibilidades culturales y subjetivas de desatar ciertas repeticiones, ciertos patrones y, por ende, sobre las potencialidades de correr ciertos riesgos. Pero cómo “pensar el riesgo sin convertirlo en un acto heróico, una locura pura, una conducta apartada de las normas.”
Al intervenir en la realidad cotidiana del aborto, no sólo acompañando y poniendo el cuerpo, sino también poniendo palabras, el riesgo al que se expone quien se practica un aborto se reduce. Resultan cínicos los argumentos que alegan que la cantidad de muertas por aborto no son suficientes, cuando la disminución de esas cifras se debe en parte a la acción corporizada de los feminismos. Sin embargo, la alusión al riesgo de vida es parte de los argumentos tanto a favor como en contra del aborto. ¿Puede una ley erradicar los riesgos de una práctica en las que se decide por un proyecto de vida? ¿puede una ley poner en riesgo la vida de las mujeres y personas gestantes que deciden abortar? ¿qué condiciones de vida y qué riesgos estamos omitiendo nombrar al insistir en estas posiciones antagónicas?
Código Rosa es un libro que según su autora (que espera una nueva reedición junto a su nuevo libro “Lo más simple es desnudarse” para comienzos del año próximo), tiene vigencia porque recoge las voces y experiencias de mujeres que abortaron. Pero a su vez, es interesante lo que Dahiana destaca de la ficción, en tanto “como escritora y como feminista me permitió no simplificar, no anular esas complejidades, que sí suelen estar ocultas o anuladas en los discursos en los argumentos tradicionales a favor o en contra del aborto. La ficción genera un matiz, la literatura es como diría Susan Sontag la casa del matiz y ahí es donde yo me coloco como feminista y como escritora y ahi es un lugar muy potente para pensar los feminismos y el feminismo que me interesa, porque la casa del matiz es un lugar de duda, como dice tambien Sontag, si yo escribo y digo esto en el campo de la opinión y de los argumentos, hay que recordar que siempre hay algo más y ese algo más es el que a mí me interesa al igual que a ella. Entonces en ese algo más hay lugar para escuchar la complejidad de las voces de las mujeres y de las personas que abortan”.
Las ventanas para oír las voces de las múltiples y singulares experiencias de aborto que suceden cotidianamente existen y se siguen abriendo. En agosto el colectivo de comunicadoras catamarqueñas publicó “Relatos que rompen el silencio”, en su web Socorristas en Red cuenta con un espacio “Estamos cerca” donde circulan y se comparten relatos en primera persona de abortos realizados en pandemia, la iniciativa “Los derechos no se aislan” de la comunidad global Chicas Poderosas, reúne en una investigación federal cifras y testimonios respecto a la situación de los derechos sexuales y (no)reproductivos desde la declaración del aislamiento social preventivo y obligatorio (ASPO) el 20 de marzo. Entonces ¿qué es lo que todavía no se escucha?
El proyecto de ley elevado al Congreso Nacional por el poder ejecutivo duplica el plazo propuesto por el proyecto de la Campaña respecto a la realización del aborto desde su solicitud (de 5 a 10 días), conserva en el artículo 10 el derecho de la objeción de conciencia para el personal de salud (que había sido retirado del proyecto de la Campaña) y mantiene, dentro de las modificaciones al Código Penal, la punibilidad a la persona gestante que se preactique un aborto fuera de los plazos establecidos por la ley, sin penar la tentativa de aborto y con la posibilidad de ser eximida “cuando las circunstancias hicieren excusable la conducta”. ¿Cuál es el código moral de conducta al que deberemos apelar, llegado el caso?
Mabel Gabarra insiste, “para nosotrxs es super importante que el aborto sea legalizado especialmente en este momento antes de que finalicen las sesiones. Dicen que se van a abrir sesiones extraordinarias ahora porque el año que viene es año electoral y posiblemente sea más difícil. Además, la pandemia agudizó muchos problemas en especial para las mujeres que no tienen acceso. Tenemos profesionales muy comprometidxs, pero en tiempos de pandemia siempre son las mismas las que resultan más perjudicadas”. La complejidad con la que lidiamos, aún cuando pisemos las confortables tierras de la legalidad es que, como dice Dahiana “no deja de ser difícil, de acuerdo a las vidas que tengamos, atravesar una práctica de aborto. Por más segura que sea la práctica”.
Es hora de agudizar el oído. Cuando nos llegue el tiempo de celebrar, sabremos también que lo que se nos otorga no necesariamente es una victoria. Hay esperanza si no olvidamos que para que algunas estructuras se desmoronen, hace falta un movimiento sutil y constante, que insista.
Fuente: EnREDando