La elección en EE.UU. determinará si en el mundo se potencian, aminoran o revierten fenómenos extremistas que hoy se muestran fuertes. En nuestro país el resultado influirá en el fortalecimiento o no de la derecha en general y de la ultraderecha que sale cada vez más seguido a las calles.
Tratándose de la hiperpotencia más poderosa del mundo, Estados Unidos (EE.UU.) tiene influencia en la totalidad de la vida interna de prácticamente cualquier país de la Tierra, aunque por supuesto en cada cual con sus particularidades y características específicas. Eso no es ninguna novedad.
Pero lo que nunca había ocurrido antes es una combinación de situaciones tales como la pandemia del coronavirus; un presidente norteamericano -Donald Trump- que traspasa todos los límites normativos hasta del propio sistema político de su país y de las reglas de los poderes internacionales; y como correlato y reflejo de los dos factores anteriores (la pandemia y Trump) en distintas sociedades se fortalece una ultraderecha que en lo que va del siglo XXI estaba acotada a casos más bien excepcionales.
En la segunda mitad de la década que está terminando, desde antes de la administración trumpista pero potenciado por esta, Suramérica sufrió/sufre las consecuencias del plan trazado por los poderes permanentes de EE.UU. para recuperar el control de la región.
Desde comienzos del siglo hasta 2015/2016 (tomando como referencias orientativas el triunfo del macrismo en Argentina y el derrocamiento del Partido de los Trabajadores en Brasil) el sur continental fue escenario de los avances de procesos populares y soberanistas. Hoy de todo eso queda únicamente la resistencia hasta ahora indoblegable del chavismo venezolano, y la siempre heroica dignidad de la Revolución Cubana.
Argentina es el único caso en el que una fuerza política popular recuperó el gobierno mediante elecciones después de que el Estado estuviera dominado durante cuatro años por una derecha pro-norteamericana y neoliberal, pero los intereses desplazados por el recambio político siguen actuando a través de corporaciones -económicas, mediáticas, judiciales, etc.- que tienen un poder casi intacto.
(Una muestra de la impunidad y fortaleza con que se mueven las corporaciones comunicacionales fue la página completa de propaganda antidemocrática que publicó este sábado el diario Clarín en su edición en papel, con unas pocas palabras y a la vez un estudiado mensaje político-ideológico desestabilizador simbolizado en el término “cacerola”. Lo muestra la siguiente foto. El tema fue explicado por el portal El Destape, nota del 19/09/20).
Como resultado, la gestión del presidente Alberto Fernández vive bajo asedio de los poderes corporativos, pero además el consenso social que lo sostiene sufre desgaste -en una medida difícil de determinar- debido a los efectos económicos devastadores de la pandemia, y encima de todo es hostigado por un nuevo tipo de extremismo.
Este último sector plantea su estrategia y su discurso desestabilizador y violento saliendo cada vez más seguido para manifestarse en las calles, con la consiguiente multiplicación de los contagios de Covid-19, y además lo hace las 24 horas de cada día en las cadenas mediáticas de la derecha y en las redes digitales donde actúan sus ejércitos de activistas.
En Suramérica
Las tendencias que pueden observarse actualmente tanto a nivel internacional como en cada país particularmente y Argentina entre ellos, dependen en gran parte de cómo evolucione la pandemia, de cuánto se prolongue, de si se desarrollan finalmente vacunas eficaces y que sean suministradas masivamente, y en general de la modificación o persistencia de todas las incertidumbres que hoy plantea el Covid-19.
Pero aparte de eso, hay un factor político de alcance mundial que también determinará si se potencian, aminoran o eventualmente revierten fenómenos que hoy exhiben una fuerza considerable.
La reelección o no de Donald Trump como presidente de Estados Unidos marcará el agravamiento o atenuación de los extremismos de derecha, por ejemplo en naciones de Suramérica donde han llegado al gobierno -sin analizar aquí la forma en que lo hicieron-, como Brasil y Bolivia, y en otras donde están en la oposición pero exhiben una cierta base social de apoyo y tienen un gigantesco peso corporativo, como ocurre en Argentina.
Un triunfo electoral del actual jerarca norteamericano (del Partido Republicano) le daría impulso político, ante todo, a la estrategia de expansión imperial de EE.UU. en el mundo, y dentro de él en nuestro subcontinente. Si la victoria, en cambio, fuera del opositor Joe Biden (Partido Demócrata) probablemente la estrategia sería muy similar pero el clima de época habrá cambiado. En la compleja trama de las relaciones internacionales, el poderío estadounidense no tendrá la misma fuerza para imponerse.
En caso de ganar Trump se consolidará la ofensiva imperial que sirve de apoyatura principal al gobierno brasileño de Jair Bolsonaro, a la dictadura cívico-militar-policial-judicial y de bandas paramilitares en Bolivia, y a la oposición venezolana apátrida que lleva casi dos décadas (desde el golpe de Estado de 2002 contra Hugo Chávez) tratando de derrocar y derrotar a la experiencia soberana y popular de la Revolución Bolivariana.
En nuestro país
En Argentina, el accionar y el discurso de la derecha más agresiva y beligerante se verá más fortalecido o no, según sea el resultado electoral en Estados Unidos. Esto se reflejará en las cadenas mediáticas: por ejemplo, las figuras televisivas o radiales de los medios de comunicación más poderosos se pronunciarán de distinto modo si Trump es convalidado en la elección o si sale derrotado. Y esos discursos, precisamente por provenir del aparato comunicacional hegemónico, impregnarán a gran parte a la opinión pública.
De la misma forma, referentes de los sectores de Juntos por el Cambio que están cada vez más corridos hacia posiciones extremas -como Mauricio Macri, Elisa Carrió, Patricia Bullrich, Miguel Pichetto, Fernando Iglesias, Laura Alonso, Marcos Peña (este último en las sombras y sin aparecer en los medios), o radicales que han perdido todo decoro político como por ejemplo Mario Negri, Alfredo Cornejo o Ernesto Sanz- redoblarán su agresividad si el jerarca estadounidense es reelegido, o quizás deban hacer algún gesto de moderación, al menos retórica, en caso contrario.
Y las propias bases sociales extremistas que -en sintonía con las corporaciones mediáticas y dirigentes políticos mencionados en los dos párrafos anteriores- han cobrado fuerza en los últimos meses con discursos de odio y en ocasiones ataques de violencia física contra quienes consideran sus enemigos, también se verán envalentonados si en Estados Unidos la ultraderecha trumpista consigue otro periodo en el poder.
Por el lado del gobierno argentino, si en EE.UU. hubiera un recambio presidencial sería un alivio. Se abriría la posibilidad de un nuevo diálogo con funcionarios menos agresivos, más sensatos, y eventualmente interesados en preservar la estabilidad política en Suramérica en lugar de amenazar siempre con romper la paz regional mediante un ataque militar contra Venezuela.
(Estados Unidos “lo va a sacar del poder” al presidente venezolano Nicolás Maduro, declaró este viernes 18 durante su visita a Brasil el peligroso secretario de Estado norteamericano, Mike Pompeo. Publicado en el diario El País de España, nota del 18/09/20. El mismo día, horas antes de esa breve pero elocuente declaración que refleja la violencia y la impunidad imperial. (Gira que Pompeo estaba iniciando, nota del 18/09/20).
Faltan prácticamente 40 días para la elección en Estados Unidos, el próximo 3 de noviembre. Lo que ocurra ese día será fundamental para el futuro norteamericano y del mundo, pero no es seguro que tras esa jornada pueda saberse quién será el presidente norteamericano a partir de enero de 2021.
En el elitista sistema electoral estadounidense, no gana quien consigue más votos sino quien obtiene mayor cantidad de delegados al Colegio Electoral. (Puede leerse al respecto un informe del diario catalán La Vanguardia, nota del 15/01/18). Además, la posibilidad de que Trump no reconozca una eventual derrota es evaluada públicamente en EU desde hace meses. (Un artículo del diario The New York Times resumía, ya en mayo pasado, distintos escenarios hipotéticos que analizaban planificadores de la campaña del Partido Demócrata. Nota del 26/05/29).
Las incógnitas sobre los comicios norteamericanos son múltiples. Pero una de las conjeturas que razonablemente pueden hacerse es que para Argentina -dejando de lado el factor más impredecible a futuro que es la evolución de la pandemia-, el porvenir del país depende no solo de múltiples razones internas de tipo político, económico y social, sino también de que Trump consiga o no su reelección.
Fuente: va con firma