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Ningún plan maestro

De sur a norte, el regreso a clases presenciales atraviesa dificultades y situaciones que advierten sobre un peligro de contagio que aumentará con los primeros fríos. La falta de inversión en escuelas y el relato de docentes que cuentan las carencias de dispositivos diseñados a las apuradas.



Por Agustín Colombo

El mandato era uno: volver. Pese a todo. Caiga quien caiga. Había que volver a las escuelas, y en eso existía un consenso de todas las fuerzas políticas que gobiernan. Quedó evidenciado cuando el ministro de Educación, Nicolás Trotta, se sentó junto a su par porteña, Soledad Acuña, para anunciarlo. El problema es que cuando se volvió, empezaron a aparecer las situaciones que más o menos se preveían y que advertían desde los sectores educativos.

¿Se pueden cumplir los protocolos establecidos? ¿Se respetan las burbujas? ¿Qué sucede cuando una maestra o un maestro se contagia de Covid? ¿Y cuando el contagio llega a algún alumno o alumna? Las preguntas se hicieron desde antes que se retomaran las clases, pero las respuestas están llegando recién ahora, con el relato de docentes que atraviesan la enfermedad y, a veces, también un calvario de destrato y burocracia.

“Nos hicieron volver a los empujones, sin un marco claro”, afirma Verónica Iglesia, profesora de nivel medio en una escuela porteña. Y agrega: “Hay algo más bien logístico. Quieren que estemos tantas horas en la escuela con los pibes. Como si la educación dependiera de cumplir horas reloj, de estar adentro de un edificio. Algo bien superficial y funcionalista que no quieren profundizar. Entonces el plan no es pedagógico, sino para la tapa de los diarios”.

“Nos hicieron volver a los empujones, sin un marco claro”, afirma Verónica Iglesia

Esteban Kraizer, docente de educación media y superior en institutos porteños, marca el contraste entre el pasado reciente y el presente. “La Ciudad demuestra una vez más que su prioridad no es la educación, y que los discursos articulados en torno a eso no son más que una disputa por el sentido –asegura Kraizer–. Eso queda demostrado en su propuesta de presencialidad, que pasó de ser prácticamente nula en 2020 a una compulsiva este año, de todos los chicos todos los días al menos 4 horas”.

Lejos de ser una situación que solo sucede en el plano porteño, el regreso a las aulas atraviesa dificultades desde el sur hasta el norte de la Argentina. Incluso después de la Avenida General Paz, en la provincia de Buenos Aires, el ensayo y error también es cotidiano. Es cierto que el gobernador Axel Kicillof está siendo más pragmático en el plan de vacunación que el alcalde porteño, Horacio Rodríguez Larreta: mientras que en Capital el inicio del plan de vacunación a personal de la Educación se demora, en provincia ya recibieron la primera dosis 148.995 docentes y auxiliares.


Ocultar y ver qué pasa

Hay una palabra que están utilizando casi todos los docentes en estas primeras semanas del año lectivo: “Hacemos lo que podemos”. Ese discurso es el que baja de algunos Estados, sean más proclives o refractarios a la educación pública.

El resultado da más de 500 casos positivos y cientos de grupos de distintas edades en aislamiento en menos de un mes de clases presenciales. “Exijamos educación virtual hasta que se universalice la vacunación. Están jugando a la ruleta rusa con nuestras vidas. La enfermedad no conoce de edades ni de clases sociales”, escribió desde una sala de internación Patricia Pines, una de las docentes contagiadas. “Luché mucho para intentar evitar enfermarme –añadió–, pero me obligaron contra mi voluntad a asumir un riesgo que no quería y acá estoy, hace 11 días sin poder abrazar a mis hijos, justo lo que temía que pasara”.

En un mes de clases presenciales hubo más de 500 casos positivos y cientos de grupos de distintas edades en aislamiento

Patricia se enfermó, pero lo pudo contar. En Jujuy, en cambio, hubo dos docentes que fallecieron a causa del Covid-19, y encima el gremio tuvo salir a visibilizar la situación porque el Gobierno de Gerardo Morales lo había ocultado.

Lo que sucede en esa provincia es una muestra de la enorme complejidad y peligro que implica el regreso a las aulas. Allí, el ciclo lectivo se inició el 17 de febrero para el nivel primario y el 22 para el secundario, con burbujas de 15 personas como máximo en las aulas. La primera semana hubo más de 15 establecimientos públicos y también privados que tuvieron que suspender sus actividades, y otros que ni siquiera pudieron iniciar las clases porque en las jornadas institucionales que se desarrollaron antes hubo docentes que se contagiaron y tuvieron que postergar el inicio.

La muerte de María Angélica Leaño, en Humahuaca, y de Betty Greach, en San Salvador de Jujuy, hizo que la noticia se expandiera, aunque fueron pocos medios nacionales los que la profundizaron.

Fernanda Álvarez Prado, integrante de la Corriente Nacional Docente Conti-Santoro, cuenta los malabares que deben hacer para tener una real dimensión de la situación: “Desde el Gobierno lo ocultaron, todo lo que ocurre nos enteramos por la información que vamos relevando los propios docentes, las instituciones y los medios de comunicación. Todos los días se suman más cursos que deben aislarse por contagios. En las escuelas, el único control que realiza el Ministerio de Educación es la toma de temperatura, algunas instituciones ni siquiera tienen alcohol y no hay hisopado para los docentes. Es decir, que si hay asintomáticos pueden contagiar”.

Dispositivos sin demasiadas precisiones

Iglesia reconoce que hubo una situación social que implicó la vuelta a las escuelas, sobre todo porque otras actividades empezaron a desarrollarse con cierta normalidad. Y reflexiona: “Es bien coherente con lo que viene haciendo la gestión educativa porteña hace años. Atomizan, entonces cada escuela se la tiene que arreglar como puede. No hay un plan pedagógico claro. El plan es volver. ¿A qué volvemos? ¿Cómo volvemos? ¿Qué escuela construimos? No importa”.

En ese plan de arréglense como puedan, Kraizer apunta: “Cuando se le da autonomía a las escuelas y no se le dan recursos para poder realizar dispositivos viables, termina pasando que la responsabilidad, ante una determinada situación, recae sobre los equipos de conducción y sobre los docentes”.

“El protocolo de presencialidad vino sin inversión a pesar de que tuvieron un año para preparar las escuelas”, subraya Esteban Kraizer

Mientras tanto, al menos en la Ciudad de Buenos Aires, el Gobierno porteño solo atina a enviar paquetes con productos de higiene que muchas veces se terminan y no se reponen a tiempo. “El protocolo de presencialidad vino sin inversión a pesar de que tuvieron un año para preparar las escuelas”, remarca Kraizer, y advierte que a partir de mayo, con los primeros fríos, la ventilación cruzada entre cada aula –la ley máxima de este regreso– será cada vez más difícil de cumplir. La advertencia de Iglesia va por otro lado: ¿qué pasará con los alumnos y alumnas que no puedan ir a las escuelas y deban mantener las clases virtuales? Casi no hay docentes destinados a esa tarea. Y cuando los hay, son poquísimos. Como pasó con el anuncio, la mayoría de las preguntas no tienen respuestas. Nadie las sabe. Se irá viendo, como todo en este plan sin plan, que en definitiva todos los gobiernos lo quisieron y lo hicieron cumplir.




















Fuente: Revista Crítica