Ensayaba beats de películas de acción y dio su gran salto: de productor musical a artista. Trabajaba en Warner, renunció, creó los hits más viralizados del 2020 y llegó a tener más views que Eminem. No muestra su cara, dice que graba en su casa: cuatro paredes que podrían estar en Ramos Mejía, Palermo o Japón. Es el argentino más escuchado en Spotify y ocupa un lugar clave en la industria musical del mundo. Le marca el camino incluso a los que empezaron antes. Cuando se desviste de su avatar, dice Cazzu que el pibe es un buen amigo. Bizarrap tiene 22 años.
Es de noche en Ramos Mejía. En uno de los barrios de La Matanza, el distrito más poblado del oeste del conurbano, está todo tranquilo. De madrugada no circula casi nadie, por ahí se escucha pasar alguna moto, un auto, o el refucilo de un sonido. En el cuarto de su casa, Bizarrap está por cambiar su vida. Unos días antes convenció a uno de sus raperos preferidos, Kodigo, de grabar un video en su estudio hogareño para subirlo a su canal de YouTube, y ahora está ahí, de pie en el medio de su habitación. La cámara está prendida, el micrófono grabando y suena la pista, un beat sencillo de película de acción: un piano que se repite con la tensión de un tiburón a punto de atacar a su presa, un loop que vuelve a empezar justo cuando parece que va a morder, hasta que explota. Con una camiseta de Argentina y un grueso collar dorado sobre el pecho, el rapero empieza a improvisar, y suena como un presagio.
—Esto es un freestyle, pero bien podría ser un hit.
Es sábado 17 de noviembre de 2018. La única cámara que filma a Bizarrap lo toma agitando los brazos al ritmo del beat que él mismo creó en su computadora, la que fabricaría los hits más viralizados de 2020. No se le ve el rostro, no se sabe quién es. Dice que está en Ramos Mejía, pero podría ser en un cuarto en Palermo, Cali o en Puerto Rico. Gonzalo Conde, antes de ese día, ya tenía los primeros miles de seguidores en YouTube: había subido una docena de remixes y dos docenas de videos graciosos de las batallas de freestyle. Pero ese sábado, en su casa, se estaba por convertir en un productor musical, comenzaba a armar ahí mismo las bases de lo que sería una carrera meteórica que en poco más de dos años lo haría ganar fama, dinero y lo pondría en un lugar clave en la industria musical del mundo. Desde su cuarto y desde el anonimato. Ese video es la BZRP Freestyle Session #1, la primera de ocho sesiones donde los raperos improvisan sobre sus bases. Siete meses después, en la sexta, batirá un récord mundial: junto a Trueno grabaron el freestyle más visto en el mundo con más de 180 millones de reproducciones en YouTube, incluso más que las improvisaciones de Eminem.
Y este es sólo el comienzo.
***
Bizarrap se pegó, como le dicen estos chicos a la explosión del éxito en el mundo del trap. Esta vez, el impulso se lo dio otra persona, que le propuso hacer algo que él no tenía calculado, no había pensado. El 8 febrero de 2019 el trapero Bhavi le dijo que quería grabar una canción en su casa, estar en su canal de YouTube hasta ese momento dedicado a las batallas de freestyle. Gonzalo dudó, ¿hace eso Bizarrap? No, hasta ahora sólo graba improvisaciones sobre sus beats o hace remixes, no canciones propias. Hubo una lucha en su mente entre las dos identidades y ganó el potencial de Bizarrap. El resultado es la BZRP Music Session #1. Ahí comienza la escalada vertiginosa del éxito, aunque él dice que fue gradual, pensada, planificada, natural.
En dos años publicó 41 sesiones con 30 artistas de distintos estilos dentro de la música urbana latinoamericana -la BZRP Music Sessions #23 está vacante, no se sabe para quién la está guardando, aunque los fans comentan que puede ser para Paulo Londra, Myke Towers o Bad Bunny-. De esa selección de artistas con los que colaboraró, por lo menos 39 fueron hasta su habitación de pibe en la casa familiar a grabar una canción con él. Queda la duda sobre los últimos dos, el puertorriqueño Eladio Carrión y el icónico reggaetonero Nicki Jam, de quienes no se tiene noticias que hayan visitado Argentina. La discreción y el secretismo con el que hace las cosas Bizarrap cubre todo de un manto de misterio: se sabe, por ejemplo, que tiene varias sesiones grabadas pero no dice con quiénes ni si verán la luz del éter. Sin apurarse y con mucha inteligencia elige dónde dar el siguiente paso, a quién recibir, de qué mercado, y en qué momento publicarlo. Así, con poco más de 20 años, Bizarrap se convirtió en el productor musical más importante del país.
Ni Kodigo o Bhavi lo sabían, pero fueron el impulso. La visión artística de Bizarrap, el conocimiento del mercado que tenía por haber trabajado en una compañía discográfica y esa pizca de magia que tienen los fenómenos, lo convirtieron en el artista argentino más escuchado en Spotify. Y lo hizo en su calidad de productor musical, desde su pieza y sin mostrar la cara.
A partir de ahí, Gonzalo se convertiría en “el proyecto Bizarrap”, como él mismo se dice en tercera persona, una plataforma creativa y de difusión donde elevó el rol del productor musical a artista, se convirtió en un eslabón indispensable para los y las artistas que quieran entrar al mercado de la música urbana de habla hispana -mercado multimillonario y global-, y también como un punto consagratorio para los traperos argentinos. Todo bajo el manto del misterio y la astucia de la firma Bizarrap.
***
Gonzalo Julián Conde nació el 29 de agosto de 1998 en el oeste del conurbano bonaerense. En su casa se escuchaba música, su papá hacía sonar Radiohead o PJ Harvey, esos discos lo marcaron de chico. Fue a una escuela con orientación en artes visuales, y gracias a las materias vinculadas al cine aprendió a editar videos. De ahí salió una de las primeras cosas que hizo en Youtube, los Combos Locos, unos videos graciosos donde tomaba las batallas de freestyle del Quinto Escalón, las remixaba y le ponía efectos animados. Con sus amigos rapeaba todo el tiempo, en la plaza, en el colegio, en la calle. La música y las rimas ya eran su mundo, pero también crecía el interés por los sonidos electrónicos y su creación.
En la secundaria le llamó la atención Daft Punk, el dúo ícono del misterio (nadie sabe quiénes son ni cómo lucen porque siempre usaron máscaras). Después se fanatizó con David Ghetta y Skrillex. Gonzalo tenía trece años cuando se bajó un software gratuito para hacer música en su computadora, el FL Studio. Lo abrió, no entendió nada y lo borró. Tardó un par de meses en bajarlo de vuelta, mirar unos tutoriales y probar cosas. No tenía ni 16 años, pero rápidamente se dio cuenta de que para poder producir (o componer) una canción de manera digital tenía que saber de teoría musical, y eso no podía reponerlo solo. Durante dos años tomó clases de piano y de canto, mientras seguía probando el FL Studio.
Mientras tanto, armó su estudio hogareño. Se equipó con pocas cosas, herramientas que un pibe puede tener en la habitación de su casa. En los primeros videos se ve sobre su escritorio un sintetizador analógico Minilogue; después aparece un teclado blanco, chiquito, que sostiene en las fotos como un instrumento o un teléfono, el OP-1, que es otro sintetizador y secuenciador. Con el tiempo sumó más equipamiento. En las últimas grabaciones se ve el sintetizador subsequent 25 de Moog, una herramienta que estéticamente se parece a un pianito antiguo y que es un salto de calidad de sonido, filtros y perillas a lo que ya tenía. Su estilo es de pocos equipos y buenos.
La base de operaciones de Bizarrap se completa con una computadora, unos parlantes y un micrófono. De fondo, el empapelado de tiras blanco y negro de su habitación, algunos cuadros, un sillón. Parece que no hay mucho más. Pero desde su búnker logró lo impensado: convertirse en un productor musical que está en el centro de la escena artística. Un productor musical más reconocido que los traperos, raperos y cantantes. Un productor musical que tiene fans.
“En este género, un productor musical encapsula todos los instrumentos porque para hacer un beat tenés que armarlo, ya sea grabando un instrumento, sampleando cosas, o cualquiera sea el método de cada uno, pero siempre está a cargo del productor, por eso considero que hay una co-autoría de las canciones en ese sentido y es un trabajo en equipo con el artista”, dice Tomás Díaz, más conocido como ONIRIA, uno de los productores musicales más “pegados” del momento que pertenece al colectivo artístico Neuen.
Bizarrap marca el camino para sus colegas, incluso los que empezaron antes, porque logró poner en un lugar de reconocimiento público la labor de los productores musicales en Argentina. “No es algo específico del mundo del trap”, dice Emilio Zavaley, secretario de la revista Rolling Stone, “es algo que afuera ya pasaba con la figura de productores como Diplo, Timbaland o los músicos electrónicos de los 2000, y era algo que en Argentina no se daba”. A partir de Bizarrap, en el trap local las canciones incluyen en su nombre no sólo a quienes las cantan, también a quienes las producen, en algunos casos como un artista más. En los posters promocionales que empapelan Buenos Aires cuando hay un video estreno se puede ver al lado de nombres como Duki, Ysy A, Trueno o Nicki Nicole otros como Yesan, Omar Varela, OroDembow, Mikka, 0-600, entre otros productores.
Para Omar Varela, uno de los responsables de ese beat inolvidable de “Loca”, la canción que catapultó a la fama al trap local gracias a Khea, Duki y Cazzu, el fenómeno de Bizarrap tiene un gran valor por el marketing y el concepto, simple y original, de un productor en su habitación. “Lo de Biza es increíble porque las canciones van en una misma línea melódica, no es que cada una es más distinta que la otra, todas comparten una similitud y eso me parece buenísimo, la supo encontrar y sabe por dónde va su estética melódica”. El respaldo de sus colegas se sustenta en un modo de trabajo colaborativo: comparte información con sus compañeros y busca su opinión antes de publicar una canción.
Si bien en Sadaic se considera que el autor de una canción es aquel que compone la letra y la melodía -ese ritmo que se puede tararear-, en la música urbana se reconoce la labor del productor musical como un coautor, a diferencia de otros géneros musicales. Es más que un instrumentista o un creador de armonías, es un constructor de la canción en conjunto con el artista.
“Creo que hay un error de interpretación, hasta de ellos mismos”, dice el productor musical del rock nacional Tweety González. “Son compositores, artistas y después productores”. Para él las particularidades de la música urbana hacen que Bizarrap sea un compositor. “El audio y los beats son tan importantes como la melodía y la letra. Bizarrap es un pibe que estudió mucho, que estudió marketing y que conoce la industria de la música más que cualquier otro chico. Nada es casualidad, cada movimiento que hace está super pensado, y me parece muy inteligente”.
Ese conocimiento lo obtuvo en su carrera de Marketing en la UADE y trabajando en la discográfica multinacional Warner Music como label manager de algunos de los artistas que después de terminar su horario laboral él mismo producía. Cuando la empresa se dio cuenta de lo que tenía, lo quiso fichar pero renunció. Una discográfica iba en contra del mensaje que quería dar: el pibe que desde su habitación hace hits que superan los millones de escuchas sin apoyo, sin banca de nadie.
Algunos números: el canal de Spotify de Bizarrap tiene más de 15,8 millones de oyentes mensuales y 2,5 millones de seguidores. En YouTube tiene más de 9 millones de suscriptores, y su máximo hit, la Music Session de Nathy Peluso, tiene 234 millones de reproducciones.
“Me parece increíble el fenómeno. El Biza en todas sus aristas es una genialidad. Él se escondió, el chabon creó un disfraz y cuando se quita todo lo que se pone nadie se da cuenta que el Biza está caminando por la calle, y es un pibe que todo el mundo quiere estar con él”, dice Cazzu, ‘la jefa del trap’, invitada a la Session #32, que ya pasó las 100 millones de reproducciones en Youtube.
No se sabe cómo es la cara del pibe que se esconde detrás de enormes lentes, pero sí que es cauto, que no da más información de la que debe, que prefiere no polemizar, que muestra lo justo y necesario para que el misterio crezca al ritmo de la mística de los millones de views.
Por un momento salió de su canal de YouTube y produjo para los demás. Plegarias fue la primera canción que hizo para el disco debut de Nicki Nicole. Un gran hit que luego fue repetido y multiplicado para el disco de Trueno, en la canción Mamichula con Nicki Nicole, que ya supera los 280 millones en YouTube. Lo mismo pasará con Malbec, el tema que hizo con Duki -el gran ausente de sus BZRP Music Sessions- que está en su último disco Desde el fin del mundo.
“Sabe lo que hace y conoce el timming”, dice el periodista Julio Leiva, conductor del ciclo Caja Negra de Filo News. “Vino en el momento preciso para él, y no sólo para su propia carrera sino también en el momento justo para explicar el proceso que venía viviendo la industria en el último tiempo”. La entrevista está cerca de las 2,5 millones de vistas. Parece que todo lo que toca supera el millón.
El salto del mundo digital a los medios tradicionales fue con la tapa de Billboard en noviembre de 2020, su año bisagra. “Gonzalo es una gran vidriera como artista y también es una plataforma en sí mismo”, dice Santiago Torres, director de la revista. “Me parece que excede solamente las canciones, y su propio canal es una gran vidriera para músicos emergentes o para otros artistas como Nathy Peluso o en el futuro las chicas del pop como Tini y Lali para que encuentren en él la manera de llegar a otro público”.
Empezó como la única posibilidad que tenía y después fue una decisión, que sostuvo y defendió hasta que no dio para más. Los artistas tuvieron que ir hasta su casa, hasta el hogar familiar, donde se hacían los hits en un día. “Me siento muy identificado con ser un productor desde mi cuarto”, le dijo Bizarrap a Leiva. Pero el crecimiento fue tan grande que los planes cambiaron.
En los últimos meses, Bizarrap viajó a Miami y se lo vio detrás de las consolas en un estudio profesional donde también estaban Nicki Nicole, Lali y Louta. Ni el streamer español Ibai logró que le dijera qué es lo que estaba haciendo en la capital de la música urbana del mundo. Su silencio es cautela. “Me comprometés, por favor”, le dijo al streamer más famoso de la escena. Es posible que haya estado haciendo canciones para otros o tal vez sean para un disco suyo, pero la estadía que iba a ser de dos semanas se extendió por varios meses. Se sabrá cuando sea el momento justo. ¿Cambiará la escena una vez más? No se sabe, pero sí que tendrá el teléfono siempre a mano para ver cómo reacciona su público a la mística de su personaje, y el cronómetro preparado para marcar otro récord de audiencia.
Fuente: Revista Anfibia