El movimiento libertario no se destaca por su estética, su narrativa o sus propuestas, sino por el aquí-ahora de su emergencia: un presente que recoge sensibilidades del 2001 catalizadas por la crisis y sus impactos. En este ensayo, miembrxs del LEDA-UNSAM analizan la coalición La Libertad Avanza más allá de Milei y la catalogan como una fuerza política que trabaja a partir de las “pasiones tristes”.
Por: Sol Verónica Gui
Ramiro Parodi
Lucas Reydó
Un muchacho con el corte de pelo al día y auriculares inalámbricos se sube solo al 152 el sábado a las 15:30 en Belgrano. Dice: “a Parque Lezama”. Paga y se ubica parado en el medio del colectivo con la cara paralela al piso, no despega sus ojos de la previa que se vive en las redes sociales. Se baja en Paseo Colón, se saca el barbijo, encara los escalones, pasa por el puesto de panchos que tiene fila y se funde en la multitud. En el anfiteatro del parque lo espera el cierre de campaña de Javier Milei, primer candidato a diputado de CABA por Libertad Avanza.
Parque Lezama oficia de único escenario donde se despliega ese momento cúlmine de las carreras electorales que son los cierres de campaña. Un gesto político un tanto apurado con respecto al resto de las fuerzas que disputan, a siete días de los comicios. Muchas veces caemos en el enorme pecado de pensar la lucha política contemporánea como una confrontación de relatos en abstracto, ignorando a quienes portan cara, identidad y motivos para sostener sus posiciones. Sin embargo, buscar imparcialidad en la contemplación de esa tarde en Lezama sería un acto de cinismo absurdo. El propósito de estas líneas es más bien narrar, buscar pistas y pensar desde la artificial objetividad del crítico.
Panic Show
El cierre de campaña de “La Libertad Avanza” no escatima en pretensiones fundacionales, en las que tampoco faltan los fantasmas ni mucho menos el señalamiento de personificaciones que atentan contra la imposibilidad de ser la Trapalanda prometida. En este acto lo fundacional combinó simbología, aparato y narrativa.
Simbología: hay una estética libertaria fuertemente atravesada por el intento de traducir la crisis económica responsabilizando a un otro (el “reactivo”, el “vividor”, el “improductivo”). Un mantero con barbijos temáticos incluye consignas como “Salvemos las 2 vidas”, “Coronados de gloria vivamos. O juremos con gloria morir” y otro en sans serif incluyendo apellidos de economistas de la escuela austríaca: “Hayek, Mises, Friedman, Rothbard & Hazlitt”. Entre otros puestos de remeras, uno recoge líneas argumentales del partido libertario con frases estrellas de las redes sociales:
- “Gorila: persona nombrada que trabaja, produce, invierte, que defiende la república, la libertad y las instituciones”.
- “Argentina es como un fernet 70 - 30: El 70% vive del 30% que trabaja”.
- “En Argentina todo es zaraza”.
- “¿Trabajás? Impuesto ¿Estudias? Impuesto ¿Heredás? Impuesto ¿Creas? Impuesto ¿Produces? Impuesto ¿Compras? Impuesto ¿Vendés? Impuesto ¿Morís? Impuesto ¿No hacés nada? Subsidio”.
- “KirchneISMO, ComunISMO, SocialISMO, PeronISMO, PopulISMO, FascISMO, NazISMO, Lo mISMO”.
Además se suma un amplio repertorio de performances en el escenario entre las que se destacan la inclusión de un DJ que desde temprano anima a quienes van llegando, una orquesta clásica interpretando temas populares como “Gonna fly now” (de la banda sonora de Rocky) y el show de Emmanuel Danann y su banda, que antes de tocar aclara que “los artistas no son solamente los zurdos”, y que luego cuenta con la especial participación del economista y asesor financiero Miguel Boggiano como vocalista en el cover del clásico Smoke on the water de Deep Purple.
A medida que se desarrolla la jornada las gradas se van tupiendo, llegan parejas, padres con hijos (muchos), madres con hijas (menos) y aparecen algunos carteles (uno de una chica cubana que dice “patria y vida” y otro de una familia que señala “Villa Soldati presente”). Entre los puestos propios del aparato de La Libertad Avanza se encuentran otros de libros. Al menos dos editoriales van a buscar clientes este sábado. La serie que arman esos libros es sintomática del clima que se vive en el evento que mezcla celebración y momento constituyente. Ludwig von Mises junto a Henry Hazlitt sobre Milton Friedman al lado de Javier Milei pegado a Agustín Laje y, debajo de todos ellos, casi simbólicamente anticipando alianzas ideológico-partidarias, un ejemplar de Guerra sin cuartel: terminar con la inseguridad en la Argentina de Patricia Bullrich.
Aparato: los alrededores del anfiteatro del Parque Lezama están rodeados de puestos de la Libertad Avanza, claramente diferenciados por distrito, para afiliar al partido y para inscribirse para fiscalizar en las próximas elecciones. Una pantalla ubicada a la derecha del escenario reproduce, con volumen intermitente, un montaje sobre Javier Milei. Se puede observar intervenciones en medios de comunicación, clásicas caminatas de los políticos por distintos barrios y enunciaciones del León con su marca de distinción: la voz aguardentosa y las palabras encolerizadas.
No faltan banderas, bombos y bengalas, ni los organizadores. Un chico con la careta de V de Vendetta y envuelto en la bandera argentina, contratado para la ocasión, llama a cantar, agitar y bajar las banderas cuando fuera necesario. Se destaca la presencia de influencers tales como Iñaki Gutiérrez, Lilia Lemoine y “Tipito Enojado”. Este último caracterizado por su máscara grafiteada por significantes que inundan el discurso político contemporáneo, particularmente en las redes sociales, sin un ordenamiento particular: “patriarca”, “burgués”, “planero”, “facho”, “hetero”, “trans”, “hater”, “dictador”. No tienen voz en el escenario pero aprovechan para dar vueltas entre la multitud a la espera de reconocimiento.
El cierre de campaña de La Libertad Avanza no escatima en pretensiones fundacionales, en las que tampoco faltan los fantasmas ni mucho menos el señalamiento de personificaciones que atentan contra la imposibilidad de ser la Trapalanda prometida.
Narrativa: los cabezas de lista nacional Javier Milei, Victoria Villarruel y los de la Ciudad Ramiro Marra y Lucía Montenegro son quienes toman la palabra en el escenario cuando la expectativa de concurrencia se satura; las gradas no se muestran llenas. Una mirada rápida podría estimar una composición de 70% hombres y 30% mujeres; cerca del escenario la estadística aumenta a 90% y 10%. Carlos Maslatón oficia de locutor y presentador de todos los candidatos.
Las intervenciones son bien distintas. Como en todo partido político, hay quienes logran interpelar a las masas y hay quienes simplemente hablan. Montenegro agradece a su “familia de las artes marciales” por acompañarla en este momento tan especial.
Marra se destaca por su llamado a la “libertad financiera”. El youtuber se reconoce como hijo superador del 2001: “aquella vez fuimos con las cacerolas, hoy venimos con ideas”. La crisis sobrevuela el ambiente a través de su narrativa antipolítica. “No me siento un político sino alguien que hace política porque estoy cansado de que me pisen. En el 2001 yo toqué la cacerola porque quería que se vayan todos. Ahora les decimos: llegamos nosotros”.
Del lado de las cabezas de lista nacionales, Villarruel es la portadora del discurso más organizado junto al de Maslatón, al que volveremos más adelante. Saluda a los “argentinos y extranjeros de bien”, hace hincapié en su idea fuerza contra el “curro de los Derechos Humanos” y la necesidad de pensar los setenta a través de una memoria “completa”. “Se acerca el fin de los que robaron en nombre de los Derechos Humanos. Se acerca el freno para todos los que no tuvieron las agallas de combatir el relato de los años setentas”.
Contrario a lo que podría esperarse de un cierre de la campaña de Milei, la narrativa que Villarruel propone construye uno de los momentos de mayor efervescencia de la noche. Su intervención resuena en el espacio, se la contempla en silencio. Otorga las pausas para que el público cante: “zurdos de mierda”, “mapuche, compadre, la concha de tu madre”, “Cristina Kirchner la puta que te parió”. Villarruel habla de la política de género y del lenguaje inclusivo como instrumentos con los que se pretende intervenir sobre la vida de los concurrentes.
En este punto podría decirse que el ambiente se masculiniza aún más, algo pasa entre el público. En el centro del anfiteatro las mujeres se cuentan con los dedos de la mano, las más están acompañadas de sus parejas. El resto son observadas con discreta insistencia. Entre el público que canta “Larreta se la come” se oye:
—Qué brutos loco, nos van a escrachar.
—Si te escrachan por cualquier cosa hoy las feminazis estas.
Ambos se suman al canto generalizado, que se frena recién con un gesto de Maslatón, omnipresente en el escenario.
El rey de la triste felicidad
¿Por qué pasa tanto tiempo? ¿Qué es lo que se espera de la llegada de la noche? Una hora o un poco más de tiempo discurre entre Villarruel y el más esperado de la jornada. El público se inquieta. Maslatón sube al escenario a pedir paciencia para el aprontamiento del “gran líder” y da un discurso improvisado pero sólido. Se lo escucha entre el atento silencio y la risa festiva de sus chascarrillos.
Es la segunda vez que habla tras una presencia constante, vigilante en el escenario. Lo hace durante más de diez minutos, se delimita de todos los sectores políticos, son varios los momentos donde sonreír con complicidad es inevitable. El público no se agota, las anécdotas no se reiteran, se vuelve evidente que el presentador del evento es también quien lo piensa, coordina y comanda su ejecución.
El fundador de la agrupación liberal más importante del país señala la diferencia entre La Libertad Avanza y “sombrilla Larreta” que tiene la lista llena de las “lacras” más “izquierdistas” de la Ciudad. Habla también del “izquierdista radical de Santoro”, heredero de una corriente nefasta llamada Juventud Radical Revolucionaria, y le dice a Villarruel que el candidato del FDT apoyaba a los Montoneros seguido de un “ahí tenés, para darle”. Presenta a la izquierda como “los trotskistas”, les imputa un corrimiento de su real posición política y plantea que buscan lo que para él es una utopía inentendible.
Toma prestada una bandera del peronismo y afirma: “nosotros somos la única justicia social”. Se hace silencio entre los presentes. La palabra de Maslatón tiene otro peso, pregona un atisbo de tolerancia. Habla sobre Myriam Bregman como una “buena chica” (recibe silbidos de los concurrentes). Es capaz de callar al público y recompone narrativas históricas del pensamiento liberal, a las que acompaña con el ya popularizado, memeificado y castrense gesto de “proceda”, que recoge el entusiasmo de los asistentes más jóvenes. Vuelve más amena la espera del protagonista de la jornada.
—Llegó el gran líder, Javier Milei.
Milei no deja pasar la oportunidad de atravesar algunos lugares comunes de los liderazgos; entra a través de la masa al son de “Panic Show”, de La Renga. Se toma el tiempo de ir lento para entrar en contacto con los cuerpos de su gente, dar algunas fotos, centrar la atención en su figura mientras suena la música y las bengalas amarillas cubren una escena que acerca una imitación fiel de los rituales del campo popular.
El discurso recoge las líneas argumentativas clásicas de Milei desde que conversaba con Fantino: no al déficit fiscal, fin de la casta política y libertad versus colectivismo forzado. Esto se acompasa con la demanda por bajar los sueldos de los políticos, la resolución de la deuda vía achicamiento del déficit fiscal y la promesa de no votar nada que aumente los impuestos o el gasto público. Arroja un lazo a la Generación del ‘37 e invoca a Sarmiento y a Alberdi para “volver” a ser potencia dentro de 35 años.
Hay un rasgo de relativa novedad en las palabras de Milei: un énfasis en el carácter “pacífico” de su movimiento contra quienes los acusan de “locos” y “violentos”. En este pasaje accidentalmente institucionalista resalta la ausencia del cliché “vamos a quemar el Banco Central”.
Hablando de la libertad
Milei organiza su exposición como una contraidentificación del discurso de la grieta. Si la grieta es la afirmación de dos polos contrapuestos, La Libertad Avanza se presenta como oposición a ese conjunto a partir de la desmentida de su relación antagónica.
La “libertad” es la superación virtuosa de la casta política que siempre te estuvo cagando y lucra con el encierro, con la deuda, con los impuestos. La promesa del significante “libertad” tiene un peso no menor en disputar la narrativa de la polarización entre coaliciones. Libertad significa, dentro de este corpus ideológico, evitar recetas políticas que suponen el involucramiento del Estado donde no haría más que entorpecer.
Milei organiza su exposición como una contraidentificación del discurso de la grieta. Si la grieta es la afirmación de dos polos contrapuestos, La Libertad Avanza se presenta como oposición a ese conjunto a partir de la desmentida de su relación antagónica.
Pero libertad también aparece como novedad para el ejercicio de un método político; habilita la intervención independientemente de la ofensa, la relectura de manuales de economía ya empleados en nuestra región, la vuelta de un sujeto que ya no es el único a la disputa su lugar central e históricamente asignado en el campo de la representación política.
En esa discusión con lo que se nombra como ideología de género hay un componente que busca reforzar la apariencia de novedad en términos de representación, el hablar por un sujeto desplazado de la escena política, el “otro” del “nosotras” que ya no buscan derechos sino “privilegios”; para que haya un derecho “alguien lo tiene que pagar”. Se trata del autopercibido “damnificado” por los efectos culturales de los feminismos y las conquistas de las políticas de género logradas en los últimos años.
Pero la violencia con la cual se fuerzan los argumentos, sumada al repudio generalizado de esos que nos cagaron, son poco más que síntomas de una frustración que se tramita a través del intento de producir un lazo social que articule el malestar. Prestar atención a lo que sucede cuando una fuerza política trabaja a partir de las pasiones tristes es un paso indispensable para la construcción de una agenda que pueda descifrar el acertijo que nos proponen las crisis y sus impactos tanto materiales como subjetivos.
La narrativa sobre la libertad propuesta opera en la captura de las afecciones nihilistas, direcciona el resentimiento hacia una serie de objetivos a los que se carga con esa imposibilidad de “hacer mundo” que no sólo domina a quienes están frustrados por los efectos de la crisis, sino al conjunto. Ahí es donde La Libertad Avanza encuentra el terreno para proponer un proyecto a partir de la responsabilización en sujetos específicos de ese espacio derruido de lo social que hemos descrito: la casta política, los feminismos, los organismos de DDHH. Pero también quienes perciben un plan, los desempleados, los extranjeros “que no son de bien”. Ahí es donde el mito de lo fundacional como celebratorio devela, a la hora de los discursos, frustraciones, dolores y miedos que posibilitan el encuentro en el Lezama pero donde también se afirma la posibilidad de construir un común autoritario.
El youtuber Marra se reconoce como hijo superador del 2001: “No me siento un político sino alguien que hace política porque estoy cansado de que me pisen. En el 2001 yo toqué la cacerola porque quería que se vayan todos. Ahora les decimos: llegamos nosotros”.
Lo novedoso de La Libertad Avanza no es, sin embargo, su estética o su narrativa, su forma o su contenido, sino el aquí-ahora de su emergencia. Una coyuntura que no es solo un presente porque, como vimos, recoge sensibilidades del 2001 catalizadas por la crisis: la de la economía, la de la pandemia, la de los cuidados. La precariedad de la vida y el malestar pueden inscribirse en esa temporalidad, pero siempre que recordemos que la historia nunca se repite o lo hace de modos distintos.
Si la pandemia (el malestar que ocasionó el encierro, lo mucho que se empobrecieron los lazos sociales y la crisis económica que profundizó) es una de esas novedades, también lo es el modo en el que estos sectores responden en tanto representación política a la emergencia de nuevas agendas como pueden ser las de los feminismos y el terreno allí ganado. Es decir, cómo se conjuga la incorporación obligatoria de mujeres en las listas y cómo se constata que un proyecto que aspire a la masividad debe poder dar respuesta sobre un consenso social que se llegó incluso a cristalizar en el Estado. Las respuestas: más mano dura con los violadores, invalidar el uso legal del lenguaje inclusivo y penalizar el aborto.
En el salto de la extrema derecha a la arena electoral se conjugan los modelos económicos neoliberales con proyectos de conservadurismo social que emergen en la esfera pública con inusitada violencia: los espacios políticos que hoy hacen a este movimiento tienen una fuerte participación en las movilizaciones anti-derechos y han mostrado en incontables ocasiones su resentimiento en la calle y en las redes sociales. Parte de ese resentimiento y rencor surgía con fuerza, de una forma u otra, en las intervenciones del cierre de campaña.
La violencia acompaña un proyecto de reclusión a lo privado, de traslado del peso de la crisis al hogar y la familia, que impacta contra la construcción de lo comunitario y lo popular como ámbito de ejercicio colectivo de la potencia democrática de los pueblos. Ese afán desdemocratizante que opone el proyecto libertario con los “colectivismos forzados” en la narrativa de Milei, por más que se fuerce la relación, rompe los dispositivos históricos de organización de la demanda que en 2001 representaron las asambleas, las movilizaciones, las figuras populares que personificaron los que se vayan todos de esos años.
Despedazado por mil partes
En el acto prolongado del sábado —con símbolos característicos, un aparato organizado y personalidades icónicas de distintos ámbitos— una organización que se pretende outsider de la política construyó una jornada de encuentro con sus militantes. Maslatón demandó un 30% en los comicios del domingo. Pero para todos los involucrados, este proceso desborda por mucho lo que pase el 14 de noviembre, en tanto se piensa como un movimiento con voluntad de proyección política nacional.
¿Cómo impactará la combinación entre el nihilismo dosmilunner y la fatalidad e incertidumbre que impone una crisis económica prolongada? ¿Qué efectos tendrá la paranoia que se destaca en la reacción antifeminista leída como contrarrevolución preventiva? ¿Cómo esos elementos, agitados en la coctelera de la pandemia y los debates en torno a su gestión, hacen al pasaje a la ofensiva de agentes cuyo accionar se ve marcado por el resentimiento que genera la “traición de la política”? ¿De qué modo tramitarán el odio contra quienes hemos logrado construir consensos sobre el cómo y el qué del debate democrático, consensos basados en buena medida en la construcción de una agenda de derechos humanos para la lucha política y la convivencia de posiciones antagónicas en el espacio público? ¿Qué lugar tendrán las demandas por una “memoria completa” que no solo apoyan sectores de Avanza la Libertad?
La conjugación de todos esos elementos tampoco es un factor nuevo: es necesario observar las experiencias de otros países de la región para prevenir sobre la eficacia de la puesta en marcha de una narrativa libertaria en la captura de las pasiones tristes que, al decir de Álvaro García Linera, este “tiempo liminal” nos genera. Una puesta en marcha que alinea fuerzas conservadoras en lo social, neoliberales en lo económico y autoritarias en lo político.
Prestar atención a lo que sucede cuando una fuerza política trabaja a partir de las pasiones tristes es un paso indispensable para la construcción de una agenda que pueda descifrar el acertijo que nos proponen las crisis y sus impactos tanto materiales como subjetivos.
En la región, estos alineamientos tuvieron como consecuencias el aumento de la agresión sobre las comunidades y colectivos políticos, el recorte de derechos sociales y la ruptura de relaciones regionales opuestas al extractivismo dependiente y la financiarización de la vida cotidiana. Mirar la consolidación de estas fuerzas en el espacio público argentino busca evitar ese intento de repetición del historial de Brasil en el ascenso de fuerzas políticas que desempolvaron viejos manuales. Pensar una comunidad desde abajo que logre recomponer los lazos partiendo del carácter social y colectivo de la libertad se torna primordial si no queremos sumarnos a esa tendencia, a sus consecuencias, a sus riesgos concretos.
Algo de esa advertencia pasa por el cuerpo, reconduce a los movimientos que ocupaban el microcentro porteño el mismo 6 de noviembre, a los feminismos que garantizaron una comunidad de cuidado en los momentos de crisis, a las redes de los movimientos sociales, a lo más virtuoso de la resistencia de 2001, a las políticas de Derechos Humanos que han mostrado el modo de practicar la política en tiempos también liminales, a la emergencia de movimientos atentos a la crisis climática. Reconduce a la reflexión en torno a los puentes entre esas formas de hacer mundo, puentes que están despedazados por mil partes pero que dependen de una memoria histórica y colectiva en torno a métodos y demandas que nadie, incluso la Libertad Avanza, puede ignorar.
Del reajuste de esos puentes depende el futuro que hagamos venir.
Fuente: Revista Anfibia