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Cuando el odio enceguece, se pierde la condición humana y su dimensión

Hay animales salvajes que viven en comunidad, en familia, monos, tigres, leones y tantos otros, lo hacen con múltiples gestos de afectos entre ellos, pero serían incapaces de defenderse de una Pandemia, porque no entenderían la necesidad de combatirla, aislándose físicamente. Hay seres humanos que tampoco.



Por Jorge Rachid

La corteza cerebral otorgó a los seres humanos en la creación, la capacidad de entender racionalmente los equilibrios de la naturaleza y la vida, tanto que los Tehuelches decían que Dios había puesto a los hombres sobre la Madre Tierra, para ser mayordomos de la misma, cuidarla y si cumplían esa misión, al momento de abandonar la vida terrenal, se subirían a la Vía Láctea, para ir al encuentro del Creador.

Hace 10 mil años, los pueblos originarios entendían los peligros que acechaban, los enfrentaban desde un lugar, una mirada que no sólo los contenía en “su estar”, sino que los resguardaba como Comunidad Organizada, ante los peligros que siempre están presentes en la vida de los pueblos. Sin embargo siglos después, al calor de una supuesta Modernidad, esa condición se ha ido perdiendo, atentando los seres humanos, en muchos casos, sobre sí mismos.

Es que existen sectores sembradores del odio, que en forma sistemática, intentan manejar el sentido de la vida, hacia ese sentimiento irracional, que enceguece y hace perder la perspectiva, incluso de su propio bienestar, llevando desde esa agitación a los pueblos a su propia autodestrucción. Claro está que esos sectores de poder económico, financiero o político, entienden y necesitan de ese Caos, para poder avanzar en sus objetivos de preservación de situaciones de poder.

No los mueve ni el Bien Común ni la solidaridad humana, dos de los valores fuertes de cualquier Comunidad, pero no debemos confundir a los promotores del odio, con los conmocionados y conducidos por los mismos. Unos, los que conducen lo hacen hacia objetivos predeterminados, los seguidores se creen participando de una gesta, de una épica llena de simbología supuestamente patriótica, pero que en definitiva los transforma en carne de cañón de objetivos e intereses ajenos, incluso extranjeros operando en nuestras tierras. En ese camino de odio, la defensa de los intereses nacionales queda muy lejos.

En plena Cuarentena pandémica, el proceso de siembra del odio sigue intacto, enarbolando cualquier causa o excusa para desarrollarlo, desde económicas macro como la deuda o el déficit fiscal, hasta micro, como las necesidades de funcionamiento familiar o comercial; puede ser Vicentín o la restricción a los dólares; también la exigencia de aislar a los pobres y abrir a los ricos el aislamiento; todo vale en la lucha política económica por preservar los privilegios. Tienen terror de ser descubiertos en sus entrañas corruptas, detrás de las cuales escondieron por años, sus persecuciones y manejos mafiosos. 

Pero no debemos confundir ni abroquelar las protestas, no es la misma dimensión de aquel compatriota que tiene dificultades severas de funcionamiento familiar o laboral o comercial de los incitadores al odio. No es igual la protesta de los ignorantes del drama que causa la Pandemia en el mundo, que con sólo mirarla a fondo, la mayoría de las personas se quedaría en sus casas y por esa razón los medios hegemónicos, comunican poco del exterior al ser parte de estos sembradores. Entonces no son todos iguales, a estos sectores a los cuales se los moviliza con antiperonismo irracional, se los debe conducir, predicando y persuadiendo, pero también condenando sin pudor a los promotores del odio sistemático, que derraman sobre la sociedad, en forma cotidiana, los dueños del poder, promoviendo falsas banderas éticas, de las cuales carecen.

Si la Cuarentena nos enseñó otra vez a ser pueblo unido contra un enemigo común, eso es lo que temen los odiadores seriales, porque se fortalecería el poder político del Gobierno nacional y popular, consolidaría al peronismo como expresión política y cultural de las mayorías populares, como lo hace desde hace 70 años, por ser la síntesis histórica de la conciencia americana, emancipadora, mestiza, morena, criolla y profunda que afecta los intereses de la colonización, que enancada en la cultura neoliberal, fortaleció el coloniaje en los últimos años.

Entonces debemos luchar con nuestra propia agenda, avanzando hacia los objetivos de Patria y Pueblo, con determinación, sin agravios a los confundidos o manejados, con identificación plena, argumental y documental a los promotores del odio, con nombre y apellidos, con claridad de información a que intereses responden, abriendo al pueblo todo, con transparencia y también con celeridad, sin caer en la agenda del enemigo. 

Ese combate político democrático, debe darse a la luz del día, sin tratar de suplirlo con acuerdos de gobernabilidad, con los sembradores del odio que no cejarán, como lo vienen demostrando de luchar por sus intereses, poniendo aún como rehenes a sus propios compatriotas en un tema delicado como la salud y la Cuarentena. No tienen escrúpulos y entonces es necesaria la inteligencia para vencerlos y terminar con su capacidad de movilizar y agitar, comprometiendo la democracia.








JORGE RACHID
PRIMERO LA PATRIA
www.lapatriaestaprimero.org
CABA, 17 de junio de 2020