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El Otro Diagnóstico


"La mañana transcurre en el consultorio de ginecología del hospital. El sol de otoño entra por la ventana del fondo. María Ester ingresa y se sienta. Su rostro se deja ver a medias por el barbijo oscuro". 

Miro su ficha y anoto como motivo de consulta “dolor mamario”. La interrogo, realizo un examen y le pido una ecografía. Antes de terminar le digo, “tu problema no es mamario, creo que es muscular. 


Ella es introvertida, pero en un momento me dice “me duele la cabeza, tengo el cuello duro y se me duermen las manos”. Pensé decirle que la esperaba con los estudios y continuar atendiendo con la paciente que seguía. Pero por alguna razón, dejo todo y le pregunto ¿Qué te anda pasando? Su voz, de tono bajo, comienza a describir su situación. “Estoy sola con mis hijos. Trabajo en casas de familia, en limpieza, pero desde que comenzó esto del coronavirus, no me llaman”. 

Al no estar inscripta no percibe sueldo alguno y le pregunto por la asistencia estatal “por los chicos recibo 7.000 pesos, que no alcanzan para nada, pago la luz y las cosas básicas”. El mes pasado cobré los 10.000 pesos, pero vio como están de cara las cosas, todos los días suben”. Pero su rostro tranquilo, cambia cuando me dice “yo trabajo desde los 14 años, no quiero que me regalen nada, pero no encuentro trabajo, no hay en que trabajar”. Le pregunto por los gurises, “dos retiran la comida de la escuela” y agrega “hay veces que te piden cosas y no se puede”. 

En un momento no pregunto nada, pero ello continúa “no puedo dormir, yo quiero trabajar… no sé qué va a pasar si esto continúa…”. Después de charlar e instarla a no bajar los brazos, la saludo y se va. Antes de llamar a la próxima paciente, releo la planilla. La lapicera tacha el último espacio de la fila. ¿Cuál será el “diagnóstico real”?