Los negocios no paran de cerrar sus puertas. Un paisaje que comenzó a hacerse habitual desde la segunda etapa del macrismo y que se profundizó con el correr de los días ante una pandemia que no dio oportunidad ni tiempo para repuntar en lo económico.
Si agregamos lo que acaba de confirmar el intendente Bruno Sarubi, al asegurar que la recaudación de tasas municipales cayó un 50%; el presente económico de La Paz es preocupante.
Hoy trascendió la noticia del cierre de un resto-bar ubicado en pleno centro de la ciudad. Uno de los lugares más conocidos y concurridos en las salidas nocturnas, tanto por locales como por los visitantes.
Carteles de cierre y alquiler que no paran de colgarse en puertas de emprendimientos en el macro y micro centro.
La Paz, que tiene como motor de empleo y crecimiento a la actividad comercial, sin grandes polos productivos ni tampoco industrias significativas, está padeciendo una crisis que tiene como actor principal, la incógnita de su prolongación. Nadie sabe a ciencia cierta, cuándo terminará este aletargado momento de crisis.
Como si todo fuese poco, la política y sus disputas, también tienen su capítulo en esta triste realidad. El intendente reclama mayor coparticipación hacia los municipios y desde la oposición señalan al conductor municipal como el autor de un gran endeudamiento en épocas en que Macri junto a sus ministros, lo visitaba periódicamente y lo consideraba uno de los cercanos.
Es difícil de entender a dirigentes políticos, sindicales, empresariales en su conjunto. Antes, cuando estábamos atravesando una etapa de incremento sostenido en el país, hace 6, 7 y hasta 8 años atrás, se conformaban en Mesas Institucionales en las que, figuras antagónicas en lo ideológico, lograban ponerse de acuerdo y tiraban todos para el mismo lado, para el lado de la ciudad.
Por entonces, reclamaban, gestionaban y hasta exigían con posturas muy duras hacia el entonces gobierno provincial.
Esas mesas de instituciones eran una especie de fuerza conexa al Ejecutivo local. Lo hicieron en momentos en que se pedían cosas como: asfaltar el autódromo, subsidios para eventos festivos, infraestructura turística, etc.
Son "raros" los dirigentes paceños, no?. Hoy están todos en la personal y no hay una sola estrategia que tenga la fuerza de un acuerdo magno, que busque, entre otras cuestiones de urgencia, apagar el hambre en los sectores más vulnerables y cuidar la fuente laboral del pueblo. Sentar en ese acuerdo a legisladores, dirigentes de toda la región, avanzar con agendas comunes, en fin. Hoy el Covid-19 afecta hasta en el ingenio o debe causar, entre sus patologías, el síndrome de aplaudidores con culpa. "No es tiempo de eso", te dicen. Terrible, no?. ¿Cuándo es tiempo entonces?
¿Cuál es el mérito de ser o creerse dirigente cuando todo funciona bien?. El desafío es, convertirte en un gran dirigente cuando te interpelan tus propias contradicciones en medio de un escenario donde siempre (y como siempre), lo que importa es el otro.
Así se ve hoy, la que alguna vez se denominó el paraíso del norte entrerriano. Todo indica que, en el marco de esta pandemia, continuará haciéndose imposible auxiliar al sector comercial desde una política local. Todo lo que se piensa como inyección de dinero en el bolsillo de los trabajadores, es en busca de una paulatina reactivación del consumo. Pero tampoco eso está teniendo resultado.
La Paz, que casi siempre fue impulsada por el rumbo de las políticas nacionales, no ha podido o sabido desarrollar otras actividades como pilar para su economía circular. El Turismo, por ejemplo, que también es fuertemente trastocado por el confinamiento, nunca llegó a convertirse en una industria fuerte. Aún hoy, las columnas que sostienen la rueda económica, sigue siendo el comercio.
Los créditos bancarios para Pymes y los programas de asistencia social son las herramientas que llegan a ésta localidad como a las de todo el país. ¿Alcanza? Esa es una de las tantas preguntas que uno podría hacerse mientras como sonido de fondo continúan escuchándose los golpes de persianas que caen en medio de una oscuridad signada por vidrieras que ya no encienden luces.